Las luces se desvanecen.
Las lámparas de mi mente
han estallado:
destellos que rajan
mi cerebro.
Los últimos pedazos de reflejo
luz del vidrio roto
de mi ser.
Hoy solo un hilo metálico
que, de ser encendido,
habrá de anunciar
su extinción.
Una lluvia de cristales
caerá
—ocultando las lágrimas
de mi corazón—.
Mi sangre brota
de las cuencas de mis ojos.
No puedo ver qué ocurre,
pero duele.
Mi vida no llegará a su fin.
Viviré. Estoy seguro.
Contigo.
O sin ti.