Canelito

Sálvame de tus garras,
no te vayas.
Extraño tu café, tu vainilla… ¡ven!
El descuido de tu instinto
nos dejó esta vez.
Lo siento tanto,
perdón si fallé.
Costó tu vida,
siempre te recordaré:
el más loquillo y el más fiel.

Tu cama está vacía,
no puedo evitar verla y decir
“ahí dormía”.
Una fiera sin garras,
pisabas sin querer su cola y no chillaba.
Hacía ruidos de molestia,
pero nunca se enojaba.
Ese eras tú.
Adiós, vaquero,
nos veremos en el ataúd.