Memorias de un caracol

Comenzaré por decir que esta película, en mi opinión, es una obra de arte. No puedo sino, antes que nada, invitar a todo aquel que pueda a verla. Vale cada centavo si se puede ver en cine, pero incluso si no, es una pieza que todos deberían darse la oportunidad de ver.

La primera vez que la vi (porque han sido dos) fue en Cinedot de Azcapotzalco. Ya sabía que había ganado su merecida nominación a los premios Oscar y, aprovechando que nunca habíamos ido al cine del centro de Azcapotzalco, decidimos darle una oportunidad.

En la primera ocasión, la pude ver en doblaje español, el cual, a mi parecer, fue bueno. Generalmente, catalogo como buenos doblajes los que se han venido produciendo de unos años hacia acá.

Para la segunda ocasión, decidí ir a la Cineteca en Coyoacán, que, cabe resaltar, tenía todas las funciones agotadas para la película.

Decidí ir hasta allá porque es donde las películas se transmiten como fueron originalmente concebidas. Lo sé bien por los cortos del 51 aniversario, donde, antes de comenzar las películas, había un tráiler que narraba de manera breve la historia de la Cineteca y una invitación a su club. Este describía que las salas, las proyecciones, las restauraciones y el audio estaban perfectamente estudiados para su fiel reproducción. Por eso, incluso en esta ocasión, que me senté hasta atrás en una esquina, pude ver todo y escuchar todo con lujo de detalle.

En fin, comenzaré con un resumen, una opinión y, al final, una serie de interpretaciones con detalle de lo que me gustó.

Resumen

SPOILER ALERT: El siguiente texto contiene detalles de la trama.

La película comienza con Grace y una señora llamada Pinky, que se encuentra en lo que parece ser su lecho de muerte. En un giro ligeramente cómico, le grita a Grace sus últimas palabras: “las papas”. Esto deja en desconcierto a Grace, pues, entre el lamento de la pérdida, no sabe interpretar esas palabras.

Sale de la casa con las cenizas y comienza la narración a su caracol sobre su vida desde el comienzo. Allí, ella comparte nacimiento con su hermano gemelo, Gilbert, pero, al ser prematura y no tener un desarrollo completo, nació con labio leporino. Esto, a lo largo de su vida académica, le dejó marcada, pues le adjudicó las burlas de sus compañeros.

La película, a lo largo, pareciera que solo nos cuenta sus tragedias. Al principio, al nacer, muere su madre; posteriormente, su padre, lo cual lleva a los gemelos a separarse e ir a vivir en familias distintas. Grace es llevada con una familia al estado más seguro de Australia, y Gilbert con una familia que es una secta que adora a Dios a través de las manzanas.

Ellos mantienen comunicación a través de cartas, donde pueden saber del otro, y Gilbert promete que, cuando tenga dinero, irá con ella. Mientras tanto, Grace, al no tener a su protector, tiene que lidiar con el bullying y, de manera muy casual, trabajando como voluntaria en la biblioteca, conoce a Pinky: una señora de la tercera edad con una vida emocionante, lo cual genera una personalidad complementaria a la de Grace.

Con el tiempo, ella incluso consigue una pareja. Se iba a casar; incluso había enviado invitación y dinero a su hermano, pero recibió la noticia de que había muerto en un incendio. Después, por accidente, se entera que Ken, su pareja, la quería solo por su “grasa”, lo cual la llevó a separarse de él y caer nuevamente en la depresión. Pero Pinky la ayudó y logró salir de esa espiral de caos. Con su muerte, llegó ese momento en el que iba a quitarse la vida, pero, al entender las últimas palabras de Pinky, da con una lata que había reservado para ella, con dinero y notas que le aclaran lo que debe hacer.

Comenzó a vivir por primera vez y, por fin, decidió salir al exterior, al salir de su caparazón. Con la sorpresa de que, en una exposición de su sueño (ser animadora de stop-motion), aparece finalmente su hermano, que creía muerto.

Opinión

En mi opinión, esta película merece más que los premios bien ganados y las nominaciones a las que estuvo integrada. Es una obra que, en su simpleza, es bella, concreta y fácil de entender. Algo que parece ser para niños (lo digo porque es stop motion), juega a favor de algo más grande: su moraleja.

Dentro del universo de la película, podría entenderse que todo el tiempo estamos viendo drama, pero, si somos un poco observadores, entre líneas, nos permite ver todo lo opuesto. Pues, si todo en la vida fuese sufrimiento, la conclusión no habría sido posible.

Me encantó cada detalle. Los personajes, incluso cuando se encuentran estáticos, podrían darlos por vivos. Cada “imperfección” de los modelos le da ese toque humano único, el cual agradezco, pues le da algo orgánico a la forma en que se mira.

Además, el soundtrack ya me parece genial desde el inicio: un intento sencillo con una voz del tipo ópera, cantando una tonada un poco “inquietante”, entre melancólica y que invita a la curiosidad, mientras, en primer plano, se nos muestra algo parecido a una bodega repleta de objetos.

No puedo más que elogiar el trabajo realizado en esta obra por Adam Elliot, donde podemos ver que la vida es, en distintos planos, lo que se muestra como perspectivas humanas de verla: una montaña rusa, una espiral o un caracol en su concha.

Curiosidades/Interpretaciones/Análisis de fragmentos


Al inicio, podemos ver a Grace en gestación, comentando que, desde pequeña, le gustaba estar enjaulada. Le daba una cierta sensación de protección, y ahora que veo la película, juega con esa idea infantil de la protección que le fue arrebatada al meramente nacer. Esto debería haberse solventado conforme fuese creciendo y haciéndose adulta, pero, por lo que logramos ver, no ocurrió así hasta no llegar el final.


Se van introduciendo, desde el inicio, muchos libros que me dieron curiosidad, pues parecía bastante evidente que tenían algún contexto para la trama. Encontré lo siguiente:

✅️ – El libro existe en la realidad
❌️ – No existe o es falso

  • Lord of the Flies ✅️
  • Life Cycle of the Snail ✅️ (nombre real “Life Cycle of a Snail”) (no hay un libro específico)
  • The Bell Jar ✅️
  • The Catcher in the Rye ✅️
  • Of Mice and Men ✅️
  • Grapes of Wrath ✅️
  • A Hunger Artist ✅️
  • Memoirs of a Geisha ✅️
  • Feel Better Fast ✅️ (nombre real “Feel Better Fast and Make It Last”)
  • The Glass Menagerie ✅️
  • Gray’s Anatomy ✅️
  • Misery ✅️
  • Jesus Ate My Cat ❌️
  • You Are Your Own Hero! ✅️
  • Holy Bible ✅️
  • Body Building ✅️ (no hay uno específico)
  • Macrame for Beginners ✅️ (no hay uno específico)
  • Memoir of a Sex Maniac ✅️
  • The Ginger Chested Pirate ❌️
  • Beyond the Heaving Bosoms ✅️
  • The Fiddling Scotsman ❌️
  • Diary of Anne Frank ✅️

Al inicio, también hace una analogía del “vaso” que yo mismo he ocupado muchas veces y creo que todos hemos escuchado al menos una ocasión en la vida. Donde la felicidad, la tristeza o las emociones pueden ser representadas por un vaso, donde incluso juega la óptica y perspectiva personal de cómo se “ve”. Por ejemplo, un vaso con la mitad de agua, para alguien se ve medio lleno y para alguien medio vacío, pese a que, en los hechos, está a la mitad. Otros verán su vaso vacío por la falta de motivación y optimismo, mientras que otros lo verán rebosando a punto del derrame por el exceso de optimismo. Pero me encantó cuando dijo que su vaso simplemente estaba roto.


Grace mencionó al inicio que los ángulos rectos le reconfortaban, lo cual es bastante curioso, pues los caracoles no son más que líneas curvas. Además, eso podría indicar cierta neurodivergencia. Y, en otro nivel irónico, cuando la envían con su familia adoptiva, se puede ver que el ángulo recto del cartel menciona que su esquina (un ángulo recto) es, en sí mismo, un posible “peligro”. Esto me hizo jugar con la interpretación final, pues, cuando ella se va, se hace un close-up al letrero nuevamente, dejando evidente que el mismo hecho se percibe diferente dependiendo de la perspectiva: en una, como amenaza al peligro, y en otra, liberadora por reconocer ese potencial peligro.

Grace dice que quiere salvar a otros, lo cual es irónico, porque pareciera que ella no se da cuenta de sí misma. Ella hace por otros lo que busca para sí misma, como la mayoría de nosotros, sea de manera consciente o inconsciente.


Al hablar de Gilbert, Grace le comenta que él lo que quería era libertad. Esa búsqueda irrefrenable se nota a lo largo de toda la película, desde su admiración por los fuegos pirotécnicos, que van mucho con su personalidad volátil y esa forma poética de buscar una vida efímera e intensa, hasta el intentar escapar por todos los medios de esa casa adoptiva de corte sectario.

Y ahora que lo pienso, hay algo más de poético en eso. En medida que ella quería una jaula, él quería liberarse de la suya, pero son dos formas distintas de jaula. Para ella, es algo mental, emocional y de autosabotaje; mientras que él, literalmente, estaba en esa jaula de la existencia, su entorno e incluso en su orientación sexual.


También, no he encontrado algo formal de una entrevista o similar, pero me surgió la duda sobre el origen de los nombres de los protagonistas. Si los buscas en Google, el resultado es, cuando menos, interesante, pues es: Gracie Gilbert – Wikipedia, la enciclopedia libre (Australiana).


Bert’s Magic: (se le cae la R) “Bets” puede interpretarse como “apuestas” en inglés, lo que podría sugerir que la magia o el espectáculo tiene un elemento de riesgo o azar.

Adicional a lo anterior, también encontré algo turbio en TikTok, donde efectivamente el diálogo dice: “Bert es ese adulto del que tus papás te dicen que te alejes; es de esos que te darían un caramelo hervido”. Lo cual me hizo investigar, concluyendo que es posible que haya abusado de él, pues:

Sugiere que Bert es una figura poco confiable o incluso amenazante, y el uso de “boiled lollies” refuerza esa idea, ya que evoca la imagen clásica de un extraño que intenta engañar a un niño con algo aparentemente inocente, como caramelos. Y, al ser un niño sin dinero, ¿cómo obtenía todos esos fuegos artificiales?


Buscando las locaciones que menciona en la película, encontré lo siguiente:

Brunswick St en Australia: En Memoir of a Snail (2024), los gemelos Grace y Gilbert de Melbourne son separados y enviados a vivir a Canberra y Perth después de que su padre, parapléjico y alcohólico, fallece. Este conjunto de la áspera Brunswick Street es una combinación de fachadas de tiendas familiares de Melbourne, que fueron reorganizadas y reutilizadas en varias escenas para representar la ciudad. Cada ciudad en la película se define por su paleta de colores: Melbourne se presenta en tonos negros y grises, Canberra en beige y crema, mientras que la granja en Perth es de un marrón oscuro y estricto. Como melburniano, era importante para el cineasta Adam Elliot que la película reflejara su experiencia de su ciudad, desde el elenco de locales como Eric Bana y Sarah Snook hasta los decorados y los personajes.


Una frase inspiradora y que es tan evidente que no necesita explicación: “La infancia dura poco, pero todos merecen una”.


Las placas del autobús que los lleva a sus nuevas casas adoptivas: YRU-SAD (Why R U Sad?).


Cuando Grace conoce a Pinky, uno de los consejos que menciona al aire es: “Gardening fixes everything” (La jardinería lo arregla todo), lo cual me recordó inmediatamente a un extracto del libro de Ana Frank que, si bien yo no lo he leído a conciencia, en un examen de inglés venía como una sección de comprensión lectora. El fragmento mencionaba que el salir a la naturaleza y apreciarla es todo lo que necesita uno para sentir que todo está donde debería estar.


Hay una pintura de un gato colgando de algo parecido a una cuerda que dice: “Hang in there”, que, en una interpretación literal, puede entenderse de al menos dos formas distintas. Una es “cuélgate ahí” y otra “aguanta”, lo cual es irónico dado el contexto de la película.


Desde la primera vez que vi la película, no pude evitar verme ahí, en muchos ángulos distintos y en diferentes dimensiones: desde esa mentalidad algo depresiva, ese autosabotaje, el coleccionismo mental acumulativo de música en vez de libros, y esa admiración insana que tenía, por ejemplo, por lo japonés, y que, por ratos, me sigue persiguiendo a día de hoy, como a ella los caracoles.

Todo es una tapadera que engrandece eso que, de pronto, no permite avanzar. Así como ella ve en los caracoles una forma de protección, también tienen esa cualidad de seguir solo hacia adelante, dejando una estela luminosa. Así como, en mi caso, las canciones son una catarsis con letras que me permiten seguir adelante, pensando que puedo ser mejor. Y, por otro lado, lo japonés, donde todo es tan ordenado y todos pueden ser tan autónomos que no necesitan interactuar de manera muy complicada con los demás, pero que esconde todo detrás de ese miedo social y en pantallas. En fin, dos caras de la misma moneda.

Todo lo anterior para darme cuenta de que uno de los puntos clave, del cual nunca hablo pero que ahora fue más que evidente, fue el hecho de que también tengo mi Pinky, y es mi compa Freddy. Hasta mi lenguaje cambia cuando lo recuerdo y hablo de él. Con él puedo ser auténtico; a él le vale madre cómo sea yo, y es como Pinky: un desmadre, jajaja. Él, además de no juzgarme o, peor aún, incluso si me juzga, lo hace hasta con cierto humor que no me molesta, porque no es de broma; es como con cierta malicia en la inocencia, jajaja. No sé explicarlo, y me da risa recordar tantas cosas.

Por ese wey haría muchas cosas, y muchas cosas me las reservaría, pero no deja de ser un wey con el que, si me junto, podríamos hacer cualquier cosa… Y cuando digo cualquiera, es cualquiera… Si a ese cabrón se le mete algo en la mente y se le ocurre invitarme, da por hecho que estaré en un sitio desconocido, haciendo algo que nunca imaginé en la vida, unos meses después.

Si algún día lees esto: te aprecio un chingo, cabrón. No sé qué hace falta para que esos días vuelvan, pero definitivamente nos volveremos a encontrar y a hacer algo chingón.


Una pregunta lapidaria que dice Grace en la biblioteca: “¿Qué confirma que existí?”. Es una cuestión que he atacado desde diferentes puntos de vista y preguntas a lo largo de mi vida. ¿Por qué importaría confirmar que existo? ¿Por qué siento tristeza al saberme desvanecido y ser olvidado? ¿Si todo es absurdo, no es absurdo también querer ser recordado? ¿En verdad el legado es algo importante? ¿Si pudiera dejar una huella en la historia, lo haría?

Todas esas preguntas se arremolinan en mi cabeza, y definitivamente no tengo una respuesta. Y, si la tuviera, sería algo cambiante: a veces sí importa, otras no, y en otras ocasiones solo existo, y con eso me basta para confirmar mi existencia. Pero, si tuviera que decir algo concreto, este blog prueba a mí y a los demás que existí; que hay una parte de mí, volcada desde mi memoria y mi experiencia en forma de letras, que alguien podría leer algún día y pensar que me conoce por lo que leyó.


Cuando Gilbert ya se encontraba en un punto de la trama muy frustrado por su encierro, tomó una cerilla, la encendió y la apagó. Fue un momento muy poético, donde, con las cenizas de la cerilla, pintó los ojos de la cicatriz que compartía con su hermana, producto de los fuegos pirotécnicos. Sin embargo, los pintó en el otro lado del brazo, donde, en vez de ilustrar un rostro feliz, era uno triste. Es tan simbólico y poético por lo siguiente:

  • El hecho de ser una cicatriz con su hermana le da un significado profundo, ya que es una marca del pasado donde fueron felices a través de “algo doloroso” (una herida por fuegos artificiales).
  • El hecho de que, por separado, no tiene sentido la marca; solo es a través de estar juntos que lo cobra.
  • Las cicatrices generalmente son consideradas antiestéticas, pero el significado puede transformar eso.
  • El hecho de que es algo bien simple para representar algo muy complejo; simplemente, una genialidad.
  • Usar cenizas como una representación de varias cosas en lenguaje cinematográfico:
    • El producto de su piromanía, donde el fuego (interno) llega a apagarse.
    • Las cenizas como representación de lo que queda después de encenderse.
    • Usar el calor de la cerilla recién apagada para sentir algo.
    • En un momento fugaz de recordar eso que le hacía feliz, se convirtió en triste.
    • La dualidad de todo.

Una frase de Pinky que dice mucho: “Los cabellos en la ropa son el brillo de una persona solitaria”. Y a mí me hace mucho sentido desde la perspectiva donde los animales son seres vivos en los que volcamos nuestra humanidad; en otras palabras, los humanizamos para que puedan ser un reflejo o un recipiente de nuestras emociones. Por ejemplo, cuando alguien tiene un perro, no le reconoce independiente; sabe que uno, como ser humano, le provee de comida y techo, y pareciera que eso le da derecho al humano de verle como la compañía humana idealizada, donde el animal, a diferencia, no puede hablar, quejarse ni decir “basta”, viviendo en medida que el humano se lo permita y reservándose cualquier insulto a todos aquellos que osen lastimar a su avatar de indefensión.


Aquí encontré una peculiaridad excesivamente especulativa y rebuscada, pero no por ello menos interesante. Cuando enfocan la parte frontal de la casa de Grace, se puede ver el número 6, cosa que puede ser una casualidad aleatoria, pese a que, en las películas, todo se hace a conciencia, pues pudieron haber modelado cualquier otro número e incluso simbólicamente más representativo.

Pero, al igual que con la marca de la mano y con toda la narrativa del autor sobre la dualidad, encontramos que, cuando se muda Ken, la persona de enfrente de quien se enamora, el número de su casa es el 96. Esto se vuelve muy curioso, porque lo primero que noté es que, a nivel visual, es algo que representa su relación. Me explico:

El número 9 parece el 6 pero en un espejo vertical. A simple vista, es como verse reflejado, como ellos, que les gustaba el otro con aceptación de quienes son. Eso se puede ver en cosas como cuando menciona las cenizas de sus roedores, y, en vez de juzgarla, solo sonríen, y en cómo a él le gustaba el cuerpo de ella, y a ella cómo le alimentaba, y que no tenía problema con sus aficiones a los caracoles. Esa compatibilidad aparente que, si somos quisquillosos, es solo eso: aparente, ya que los números, pese a ser parecidos, son diferentes literalmente. Hechos que desembocaron en la ruptura, pues la apariencia terminó por tener un significado diferente en el momento que encontró su libro de recortes y le dio otro sentido a las mismas acciones que le hacían creer que le hacían bien (por ejemplo, sus bocadillos), evocando nuevamente a la dualidad.

Lo otro es más simple: el 96 en espejo también es el 69, que, en un contexto general, la mayoría sabemos, hace alusión a una pose sexual donde el placer es mutuo. Pero, justamente en ese mismo contexto de la historia y la dualidad, el 96 es como si se dieran la espalda, apoyándose solamente, pues cada uno ve hacia un lado diferente.

Y ya tomando una interpretación incluso bíblica, encontramos lo siguiente: juicio (9) e imperfección humana (6), lo cual también hace sentido con la trama, donde ella (el seis) representa la imperfección humana, y él (el 9), juicio/finalización/plenitud de esa relación con ella.


Otra de las curiosidades fue notar que, al pedirle matrimonio, se ve lo siguiente:

“Will you mar(rry) me(?)”, donde lo que está entre paréntesis se chorrea de la bandeja, dejando ver otro mensaje: “Will you mar me?” – lo que se traduce en “¿Me arruinarás?” o “¿Me dañarás?”.


También un dato sobre la familia de Gilbert, donde, en una parte, el párroco (que ahora que lo analizo, también es un “padre” religioso y “postizo” de Gilbert) dice, al enterarse de que es homosexual y castigarle con electroshocks: “Shock the gay away”. Esto puede entenderse como lo literal, satirizando las formas poco ortodoxas de la religión de querer “curar” la homosexualidad, pero también, al ver que él era el único feliz haciendo todo lo que no le permitían en esa familia, puede entenderse el antiguo significado de “gay” (alegre).


Cuando Grace pide su divorcio, después de haberlo perdido todo, menciona: “El duelo es como una nada; deja un sabor metálico en la boca, pone piedras en tu estómago, y las lágrimas no salen, pues tienen mucho miedo de salir. Ya no creo más en vasos medio llenos; mi vaso está destrozado” (nuevamente haciendo alusión a la metáfora).

Son palabras de desesperanza que hundieron a Grace hasta el fondo, pero, como en la vida real, el duelo es inevitable y se vive como las palabras de El último ke zierre: “vivir estando muerto, luego empezar de nuevo”.


También un detalle más a las curiosidades es el hecho de usar un leitmotiv cuando Grace roba de la tienda, donde se puede escuchar una variante del tema inicial de la película.


Llega un momento en el que Grace dice que los roles se invierten, pues ahora tocaba a ella cuidar de Pinky, como ella lo hizo al inicio. Esto deja ver, en la película en sí, una espiral de lo mismo en distintos contextos: es ayudar, ser ayudado, y así sucesivamente, un interminable ir y venir de aquello que queremos, aquello que necesitamos, aquello que hacemos y aquello que hacen por nosotros.


Cuando Pinky no logra recordar ya ni siquiera el nombre de su enfermedad (Alzheimer), menciona “Guggenheimer”, que, investigando un poco, es la marca de un café que también puedo suponer era el que consumía en enemas como parte de la fórmula que mencionó para la longevidad.


Otra de las cosas que tienen un significado más personal es cómo Grace y Pinky son las representaciones de lo que menciona Schopenhauer en su libro Sobre el buen vivir:

“Hay una diversidad designada por Platón con las expresiones ‘malhumorado’ y ‘de buen humor’. Esta diversidad puede referirse a la susceptibilidad, muy distinta en los diferentes hombres, para las impresiones agradables o desagradables, a consecuencia de la cual, uno se ríe con lo que a otro le puede llevar a la desesperación.

En iguales circunstancias de éxito o de fracaso de un asunto, el ‘malhumorado’ se enfadará por el fracaso y no se regocijará por el éxito; el ‘de buen humor’, por el contrario, no se disgustará por el fracaso y se alegrará del éxito de sus proyectos”.

Es por esa fórmula que Grace y Pinky funcionan, y, de forma personal, es como noto la sinergia que tengo en ese mismo sentido con Freddy.


En las últimas escenas, se ve el pasado de Pinky, donde incluso todo se ve gris: un pasado lejano donde ella era pequeña, huérfana, y donde no iba a relatar los horrores, más bien le iba a contar lo que aprendió de estar “encarcelada”, pues literalmente así estaba en su cuna. Escenas que me recordaron mucho a lo que vi en la película La chica de la aguja, donde podíamos ver, en la posguerra, las atrocidades que podían llegar a cometerse con los niños, la orfandad generada por los tiempos de escasez, y un libre albedrío que permite lidiar con ello y darle un giro con un nuevo significado, igual que aquí.

A su vez, ese aprisionamiento me recordó lo que leí en el libro El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, donde las condiciones eran infrahumanas, donde, en la peor de las prisiones físicas de tortura psicológica y material, se puede sobreponer al destino a través del propósito, como lo menciona Pinky en su discurso de ayuda y reflexión, pues las cárceles más duras son las mentales.


También un detalle que, a mi parecer, no es claro, pero lo tomo así, es el de las papas. Como ya lo mencioné, todo en una película es deliberado; no necesariamente tiene un significado, pero siempre es hecho adrede. Las papas, o bien son algo muy personal del autor, es muy local, o simplemente fue algo aleatorio. Sea cual fuere el caso, yo entiendo el mensaje de la lata en donde se haya el letrero de papas como ese símbolo ruso de la supervivencia y resiliencia, donde, en lo más inhóspito de los campos y clima (la vida), puede crecer y servir de alimento (resiliencia).


Y, dentro de lo último de la reflexión que hace Pinky, mencionó: “Un poco de autocompasión está bien, pero hay que seguir”. Estas palabras resonaron mucho en mí, pues cada ocasión en que he hablado con la IA y expongo mis problemas o incluso todo eso que ya intenté, termina diciéndome que debo practicar la autocompasión, cosa que me cuesta mucho, pues eso se vincula mucho con otros conceptos que tengo bastante analizados en mi persona, sobre ser víctima y las apariencias, de lo cual hablaré en entradas individuales.


Otra de las reflexiones que hace Pinky es sobre que hay que disfrutar de las pequeñas cosas, y estoy completamente de acuerdo. De pronto, todo lo monótono de la comodidad y del tedio de la vida cotidiana no nos permiten ver alrededor. Tampoco con esto pretendo generalizar que todos deberíamos hacerlo, pues entiendo que las condiciones psicológicas, materiales y sociales difieren entre los seres humanos. Pero sé que, incluso hasta la persona más ocupada, encuentra un respiro en la calma, y, en ocasiones, esa calma también es fatídica, y ese tedio se puede ver bajo la óptica que menciono citando anteriormente a Ana Frank y que encontré de manera más realista y gráfica en la película Perfect Days.


Cabe mencionar esa frase que dice un par de veces Pinky: “La vida se entiende viendo al pasado, pero se vive hacia el futuro”. Maravillosa óptica, digna de la obra y de todo lo que resuena en ella.


Ya en la recta final, la escena de hermanos termina donde comenzó: con ellos juntos, leyendo libros nuevamente, y, de manera irónica, haciendo lo mismo, pero no siendo los mismos. Eso se ve reflejado en las dos mesas, que contienen aquel evento canónico que los cambió para siempre y que los resume:

  • Él, una manzana, que representa su cárcel y todo aquello que sufrió, y de lo cual se pudo liberar para llegar a donde ahora se encuentra, dándole un nuevo significado a eso que tanto le lastimó.
  • Ella, la urna donde pensó que tenía las cenizas de su hermano, lo cual es irónico con lo que mencioné de las cenizas que Gilbert usó en su mano. Que, para ella, representan ahora algo nuevo, pues fue el evento en que pensó que había perdido a su familia completa, y ahora, con ella, celebra la vida de su hermano, usándose de urna para esas grajeas que le gustaban a su papá. También liberándose de esa prisión y ese objeto resignificado.

Y la escena final es muy simbólica para mí, pues la montaña rusa representa la vida en el dicho popular, donde a veces estamos arriba y a veces abajo. Lugar donde su padre era feliz y su último deseo cumplido al ser esparcido ahí, formando una espiral con el viento, simbolizando el ciclo de vida y muerte entremezclados, pues son los vivos los que encuentran su significado sabiendo que van a morir, y son los vivos quienes esperan las cenizas de los muertos para recordarles.

Corolario

Y así, entre espirales de dolor y destellos de esperanza, Memorias de un caracol nos enseña que la vida no es una línea recta, sino un patrón que se repite, se transforma y, a veces, se resuelve. Grace y Gilbert, con sus jaulas invisibles y sus búsquedas interminables, nos muestran que no hay respuestas definitivas, solo preguntas que nos empujan a seguir adelante. Pero en ese seguir, hay algo más: la posibilidad de aceptarnos, de abrazar nuestras imperfecciones y de encontrar en los demás no solo compañía, sino un reflejo de aquello que no podemos ver en nosotros mismos.

Grace, atrapada en su caparazón, solo pudo salir cuando entendió que no estaba sola. Pinky, con su caos y su sabiduría, fue su espejo y su puente. Gilbert, con su lucha por la libertad, le recordó que incluso en las peores circunstancias, hay algo que nos mantiene vivos: la conexión con los demás. Y es ahí, en esa red invisible de apoyo y comprensión, donde encontramos la fuerza para seguir, para aceptar que no tenemos todas las respuestas, pero que no estamos solos en la búsqueda.

La espiral, ese patrón que se repite en la naturaleza, en el arte y en nuestras vidas, no es solo un recordatorio de que los ciclos vuelven, sino también una invitación a resignificar lo que vivimos. A través de obras como esta, encontramos preguntas que nunca nos habíamos hecho y respuestas que no sabíamos que necesitábamos. El arte, en su capacidad de reflejar lo humano, nos permite vernos desde afuera, entender que nuestras luchas no son únicas y que, en la ficción, hay verdades que nos ayudan a reconstruirnos.

Al final, como Grace, todos llevamos un caracol dentro: una concha que nos protege y nos limita, una estela que dejamos atrás mientras avanzamos, lenta pero inexorablemente, hacia un futuro que no podemos controlar. Pero también llevamos algo más: la capacidad de salir de nuestra concha, de respirar profundo y de decir: “Aquí estoy. Esto soy. Y eso basta”.

Porque, al final del día, no se trata de encontrar todas las respuestas, sino de aprender a vivir con las preguntas, de aceptar que la vida es una espiral de momentos que se repiten y se transforman, y de entender que, en los demás, en el arte y en nosotros mismos, hay un refugio y una guía. Eso, quizá, sea el mayor triunfo de todos: saber que, aunque el camino sea tortuoso, nunca estamos realmente solos.