Por momentos, las emociones
revolotean, se asoman y desaparecen,
cautelosas del desastre.
Calculan la magnitud y se convierten
en polillas atraídas a la lumbre:
llamas que consumen,
hacía su extinción sin opciones.
Químicos que brillan y se apagan,
en el circuito de nuestro deseo.
En éxtasis descienden,
al abismo del olvido, a sus muertes.
Una explosión, la catástrofe,
que ilumina y ciega a la vez.
al servicio de nuestras mentes.